los excluidos del contrato social

los excluidos del contrato social
Anoche, 1:30 de la mañana.

En el semáforo de Salguero y Las Heras una nena. Sola, con tres pelotitas de trapo haciendo malabares. Cuando el semáforo se pone en verde sube a la vereda. Le pregunto con quién anda. "En un rato me viene a buscar mi mamá", me contesta. Bien. ¿Te puedo sacar una foto cuando estés haciendo malabares? "Bueno".
El semáforo se pone en rojo, camina hasta el centro de la calle y comienza su labor. Yo me acomodo entre los autos, mido la luz, hago foco y gatillo una, dos y tres veces. Otra vez en la vereda me pregunta "¿Cómo salieron?" Mi amor, seguramente salieron hermosas, pero no lo sabré hasta revelarlas. "Bueno, chau". Chau...
Mientras camino pienso en esa nena de siete u ocho años. Pienso que tal vez sea una magnífica foto. Llego a casa, protegido del frío, me ducho y me voy a soñar con esa niña haciendo malabares con sus pelotitas de trapo...

Un Domingo lluvioso...

Es un lluvioso día de Domingo por la tarde. Normalmente dedico este día a leer el Pagina 12 pero hoy hice una excepción: terminé de leer un libro que comencé anoche: "El Extranjero", de Albert Camus. Interesante. Mersault, el protagonista, refleja bastante bien uno de mis "yoes". A veces me pregunto cuántos "Juanes" conviven dentro de mí.
Cuando se termina de leer un libro queda uno como sumergido durante un tiempo en ese mundo intermedio entre la ficción y la realidad, una región de ensueño donde se deben adivinar las formas, estimular las sensaciones y encontrar las esencias que quiso expresar el autor. En esos momentos, momentos de aguda sensibilidad, de absoluta intimidad, me sucede que durante un largo espacio de tiempo, horas tal vez (a veces días enteros), no quiero que nada me distraiga, que nada contamine ese momento de sagrada comunión interior. Ajeno a todo, profundizando en el abismo metafísico del Absoluto, con la mirada perdida en la lejanía de un horizonte mental, de un paisaje onírico, termino sustrayéndome del mundo que me rodea, como si "algo" o "alguien" me poseyera, me aspirara hacia otra dimensión donde la noción del tiempo no existiese.Con el libro aún en mis manos fui reconstruyendo el relato, recuperando los detalles, deteniéndome en aquellos fragmentos que me resultaron significativos: "...comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un sólo día podía vivir fácilmente cien años en una cárcel." Fragmentos, decía, que tocaron fribras sensibles en mí, que despertaron recuerdos y sensaciones que dormían en anaqueles de la memoria.Y así, de entre las sombras, viniste a mí...

otra vez

Nunca lo que uno dice expresa con exactitud las tensiones interiores; nunca lo que uno dice es interpretado con la fidelidad que se desearía. El lenguaje obtura toda posibilidad de comunicación plena. Se presta muy fácilmente a juicios apresurados, interpretaciones erróneas, conflictos injustificados. No obstante, es un mal necesario.
Ortega y Gasset decía que "el lenguaje es un sacramento de muy delicada adminsitración." Requiere, por tanto, ser utilizado con mesura y responsabilidad.
Alguien dijo que la escritura es una reacción biológica saludable que aleja la tentación del suicidio. Fue E. Ciorán, un rumano que veía sólo el lado oscuro de las cosas.
Si haz de escribir, hazlo con tu sangre dijo Nietzsche.
Yo todavía no sé por qué escribo. Me sirve para aclarar y poner en orden mis ideas. Para encontrarle el nervio a una existencia que no termino de entender.
Escribo, en fin, para comprender la anatomía de mi melancolía...